Necesitaba pensar en mis cosas, cosas si se pueden llamar así… saber porque no nieva en agosto, por qué la luna no sale de día; o el sol de noche… Para poder aclarar todo esto me monte en un vagón de metro solitario. Estuve dando vueltas en el suburbano por todo Madrid durante varias horas. Cuando en algún momento de agobio por no conseguir aclararme, levante la vista del suelo y vi unos ojos mirándome. Eran de un verde aceituna que llegaban a hipnotizar, seguramente por ese destello misterioso que jamás supe a que se debía. Estuve las siguientes ocho paradas mirándoles fijamente.
Al llegar a la estación de Pacifico esos ojos me sonrieron. Lo se, no se como ni porque, pero ese escalofrió que sentí me dijo que así era. Gire mi cabeza para comprobar si sonreía a otra persona que estuviera por allí, pero todo estaba vacio, solos sus ojos y los míos, ni un alma más. Decidí devolverle la sonrisa pero no fui capaz, mis ojos estaban inmóviles esperando a que les volvieran a sonreír y sentir el mismo escalofrío una y otra vez... haciendo un inciso tengo que decir que no era un escalofrió normal, era de esos que sientes que se para el tiempo, que nada más sucede alrededor, que da igual los problemas que tengas que ese momento solo sientes placer, de esos escalofríos por los que mucha gente pagaría grandes fortunas para poder disfrutarlos.
Durante cinco estaciones más los cuatro ojos estuvieron mirándose fijamente esperando un gesto para devolverlo. Al ver que no pasaba nada mis labios empezaron a actuar intentando esbozar una sonrisa que llamara su atención. Poco tiempo después, cuando conseguí mi objetivo, hubo un revuelo en el vagón, un grupo de niños entraron gritando y como si saliera de la nada, una gran masa de gente lleno cualquier hueco que me dejara seguir admirando la belleza de esos ojos. Entre el ansia y la desesperación por creer que los había perdido, cojí el móvil y me puse a buscar todos los móviles con bluethoot encendido que pudiera encontrar. Una larga lista apareció en mi pantalla, tenia que elegir bien a quien mandarle mi numero, ya que seguramente, esta seria mi única oportunidad. Olivia, tenia que ser Olivia, no lo dudé, el color de sus ojos la delataron.
Mi felicidad por haberla encontrado duró poco, el metro paró y la masa comenzó a desfilar por la salida, unos segundos que se hicieron eternos. ¿Se habría bajado ya sin darme cuenta?, “Olivia no se ha bajado” me decía a mi mismo, confiado de que así se llamaría y que tenía razón… Suspiré de alivio al volver a ver esos ojos, regresando al estado inmóvil al que me tenían sometido. Pasé cuatro paradas más, observándolos, sin ser capaz de apretar el botón que le enviara mi teléfono. Llegamos a Príncipe Pio y nos detuvimos, “Olivia” se levantó de su asiento y saliendo por la puerta sus ojos me volvieron a sonreír. El metro siguió su camino y cuando ya no la venia subir las escaleras el corazón se me paró, ¿le habría mando mi número? Bajé la mirada hacia mi móvil esperando lo peor, cuando ví la pantalla… “Tarjeta de contacto enviada”. Apreté el móvil con mi mano y cerré los ojos. “Menos mal”.
Cuando los abrí estaba a 4 estaciones de Plaza Eliptica, ahí terminaba mi camino de hoy por el suburbano. Cuatro paradas no eran muchas, después del tiempo que había estado bajo tierra, pero algo hacía que estuviera inquieto. ¿Sería Olivia su nombre? ¿Le habría llegado mi número? ¿Me contestaría? Subí despacio las escaleras de la calle, no me quería llevar una rápida decepción si no estaba nevando en el agosto de mi imaginación.
Al salir por la puerta de la estación un piiii me saco de mis pensamientos: mi móvil tenía un mensaje:
-Tus ojos me han encantado: me gustaría pasar el resto de mi vida con ellos. Me gustaría poder mirarlos todos los días una y otra vez sin pensar en que mi estación pasó hace veinte paradas.
Mis dedos rápidamente le contestaron:
-Mis ojos no son míos; son tuyos….
Basado en la idea del relato "viaje en el metro" de mi amiga Nieves. Muchas gracias.
Al llegar a la estación de Pacifico esos ojos me sonrieron. Lo se, no se como ni porque, pero ese escalofrió que sentí me dijo que así era. Gire mi cabeza para comprobar si sonreía a otra persona que estuviera por allí, pero todo estaba vacio, solos sus ojos y los míos, ni un alma más. Decidí devolverle la sonrisa pero no fui capaz, mis ojos estaban inmóviles esperando a que les volvieran a sonreír y sentir el mismo escalofrío una y otra vez... haciendo un inciso tengo que decir que no era un escalofrió normal, era de esos que sientes que se para el tiempo, que nada más sucede alrededor, que da igual los problemas que tengas que ese momento solo sientes placer, de esos escalofríos por los que mucha gente pagaría grandes fortunas para poder disfrutarlos.
Durante cinco estaciones más los cuatro ojos estuvieron mirándose fijamente esperando un gesto para devolverlo. Al ver que no pasaba nada mis labios empezaron a actuar intentando esbozar una sonrisa que llamara su atención. Poco tiempo después, cuando conseguí mi objetivo, hubo un revuelo en el vagón, un grupo de niños entraron gritando y como si saliera de la nada, una gran masa de gente lleno cualquier hueco que me dejara seguir admirando la belleza de esos ojos. Entre el ansia y la desesperación por creer que los había perdido, cojí el móvil y me puse a buscar todos los móviles con bluethoot encendido que pudiera encontrar. Una larga lista apareció en mi pantalla, tenia que elegir bien a quien mandarle mi numero, ya que seguramente, esta seria mi única oportunidad. Olivia, tenia que ser Olivia, no lo dudé, el color de sus ojos la delataron.
Mi felicidad por haberla encontrado duró poco, el metro paró y la masa comenzó a desfilar por la salida, unos segundos que se hicieron eternos. ¿Se habría bajado ya sin darme cuenta?, “Olivia no se ha bajado” me decía a mi mismo, confiado de que así se llamaría y que tenía razón… Suspiré de alivio al volver a ver esos ojos, regresando al estado inmóvil al que me tenían sometido. Pasé cuatro paradas más, observándolos, sin ser capaz de apretar el botón que le enviara mi teléfono. Llegamos a Príncipe Pio y nos detuvimos, “Olivia” se levantó de su asiento y saliendo por la puerta sus ojos me volvieron a sonreír. El metro siguió su camino y cuando ya no la venia subir las escaleras el corazón se me paró, ¿le habría mando mi número? Bajé la mirada hacia mi móvil esperando lo peor, cuando ví la pantalla… “Tarjeta de contacto enviada”. Apreté el móvil con mi mano y cerré los ojos. “Menos mal”.
Cuando los abrí estaba a 4 estaciones de Plaza Eliptica, ahí terminaba mi camino de hoy por el suburbano. Cuatro paradas no eran muchas, después del tiempo que había estado bajo tierra, pero algo hacía que estuviera inquieto. ¿Sería Olivia su nombre? ¿Le habría llegado mi número? ¿Me contestaría? Subí despacio las escaleras de la calle, no me quería llevar una rápida decepción si no estaba nevando en el agosto de mi imaginación.
Al salir por la puerta de la estación un piiii me saco de mis pensamientos: mi móvil tenía un mensaje:
-Tus ojos me han encantado: me gustaría pasar el resto de mi vida con ellos. Me gustaría poder mirarlos todos los días una y otra vez sin pensar en que mi estación pasó hace veinte paradas.
Mis dedos rápidamente le contestaron:
-Mis ojos no son míos; son tuyos….
Basado en la idea del relato "viaje en el metro" de mi amiga Nieves. Muchas gracias.
Dedicado a todos aquellos que como yo, vivimos el metro.
1 comentario:
el metro de Madrid da mucho juego! cuantas historias pasan en sus vagones todos los días??
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