viernes, 30 de abril de 2010

Nuevo videoclip de Guatafán

Aquí os presento en nuevo videoclip de Guatafán, un grupo valenciano que me ha enseñado una amiga mia. El videoclip me ha parecido super divertido y que sigue un estilo muy pop... A ver si a vosotros también os gusta..


martes, 20 de abril de 2010

La vida es un estado de ánimo

Hacía mal tiempo, desde mi asiento en el sofá de la buhardilla podía escuchar las gotas de lluvia llamando a la ventana. Gracias a aquel sofá había superado bastantes tristezas anteriormente, pero hoy, hoy era distinto. Antes de dejarme caer al olvido en el sofá de las lamentaciones estuve buscando alguna canción que me consolara, pero ni la más triste entre las tristes me hizo sentir afortunado por no ser el protagonista de su historia.

En fin, busqué consuelo en una amiga que jamás me había fallado. Cogí una cerilla y encendí aquella vela que me iluminaba en las noches oscuras. Siempre había sufrido fascinación por el fuego, hasta el punto de haber tenido un “ligero” percance de pequeño con unos amigos en mi pueblo. Así que acudí a mi fiel compañera con la esperanza de que ejerciera su poder hipnótico y me evadiera de la realidad. Intenté concentrarme y mirarla fijamente pero a mi mente solo llegaban imágenes de tormento y desolación.

No podía comprender como Julia fue capaz de hacerme eso. Ella siempre había sido reservada para sus cosas, hasta el punto de no hablar nunca de su familia. Entiendo que este último mes no haya sido fácil, parece ser que la ilusión inicial de la relación dio paso a una aburrida rutina. Creo que fue culpa de los dos el no proponer cosas nuevas y no me refiero en la cama, donde aun seguíamos explorándonos el uno al otro. El caso es que después de una larga reflexión post-pelea me di por aludido y decidí llenar de imaginación nuestra rutina. Idee el plan perfecto, bueno todo lo perfecto que puede ser con el poco dinero del que dispone un estudiante. Todo empezaba con una tarde de risas en el zoo. Pensé, si juntas animales, cámara de fotos y ganas de hacer el payaso, me podía asegurar un buen rato para comenzar la velada. Después del paseo, al atardecer, vendría el momento romántico. Un pequeño viaje por el teleférico desde donde se ve por un lado al sol arropándose entre las montañas y al otro las luces de una ciudad que empieza su vida nocturna. Me sentía orgulloso de esta gran idea que terminaba con una cena en un restaurante pequeño pero con encanto, escondido en el Madrid de los Austrias. En realidad la cita no acababa con la cuenta del restaurante, pero lo que seguía era lo único en lo que no teníamos problemas.

Así pues, decidido y con el orgullo de aquel que se siente ganador por haber hecho bien los deberes, fui a buscarla a su casa donde vivía con unas amigas. Julia me abrió en braguitas y con una camiseta muy grande que aun no le había visto, le quedaba muy provocador, aunque fue un detalle que pase por alto. Yo iba ilusionado por contarle el plan que aquel día nos salvaría de la rutina. Empecé a decirle que se vistiera, que tenia preparado algo especial, mientras me lanzaba evasivas. Después de varios intentos empecé a no comprender ninguna de las excusas que salían de sus labios mientras continuaba plantado frente a su puerta entre abierta, esperando a que me dejara entrar.

Poco después ocurrió una cosa que me sacó del estado de confusión en el que me encontraba. Escuche un sonido castigador que provenía de su habitación -”Julia, ven, vamos..., ya estoy preparado para el segundo. Te espero en la cama”. Por la voz supe quien era, no la había escuchado muy a menudo pero si en momentos de tensión cuando su ex volvía a intentar recuperarla mientras estábamos juntos. Seguidamente un silencio incomodo paró las excusas. Esperé con ansia una mirada pidiendo perdón, pero encontré en su lugar un gesto acusador por no haberme dado cuenta antes de que esto podía pasar. Luego, tras encogerse de hombros, morderse el labio inferior y poner un gesto de vergüenza, que no avergonzada de lo que había hecho. Me cerró la puerta mientras dejaba escapar un “adiós” definitivo.

En ese momento no sabía que hacer, permanecí inmóvil delante de la puerta de madera donde nos estuvimos besando la noche anterior. Poco después me giré y me fui antes de que se escuchara algún gemido que aumentara mi tortura. La verdad es que no sentí verdadero dolor hasta que llegué a casa y me senté en el sofá.

La vela ya casi se había apagado sin haber conseguido lo que yo pretendía. Sequé con mi mano derecha algunas lágrimas que aún caían por mis mejillas y apretando la mecha con las yemas de los dedos, apagué a mi fiel amiga.

Desolado fui a mi habitación a poner orden por lo menos en algún sitio, ya que en mi cabeza solo quedaba lugar para el caos y el desconcierto. Encendí la minicadenada y puse una emisora de house, a ver si ponían algún tema de los que motivan cuando sales de fiesta. Ya casi tenía el pijama puesto cuando, entre los papeles del escritorio, encontré una entrada para una fiesta en un colegio mayor no muy lejos de mi casa. En ese momento como si estuviera predestinado, empezó a sonar de fondo una canción que años atrás ponía siempre de melodía para alegrarme antes de una noche memorable. Me senté en la mesa y se paró el tiempo por un instante. ¿Y si voy...? me pregunté. Un poco de alcohol no me vendría mal en este momento, aunque no me apetece beber solo. Como antaño, me deje llevar por el ritmillo de la canción y comencé a buscar en el armario mis prendas favoritas. La camiseta de mi marca preferida, unos vaqueros a la moda, zapatillas cómodas, todo cuidadosamente seleccionado para que al salir de la ducha solo tuviera que ponérmelo.

Después del ritual de aseo propio de los sábados, me vestí y salí aun con el ritmo de aquella canción en la cabeza. De camino hacia el colegio mayor me empezaron a abordar las dudas sobre esta idea tan impulsiva y en tan mal momento. Pero cuando me quise arrepentir del arrebato ya estaba llamando a la puerta.

Me abrieron dos chicas, de las cuales, la primera de ellas era preciosa. Al primer instante quedé prendado de sus enormes ojos color miel a juego con su piel dorada. Me dio la bienvenida a la fiesta con una sonrisa que provocó un agradable escalofrió en mi cuerpo. Mientras yo, quieto, inmóvil no tuve tiempo para reaccionar ya que la otra chica me invitó a pasar con un gruñido nada amistoso. –Venga, te vas a quedar ahí toda la noche. Hace frío.- Me molestó que cortara aquel momento que estaba comenzando. Pero bueno, sin guardarla rencor pasé a la fiesta a buscar algo de alcohol. La canción que había escuchado en mi habitación me había dado la determinación suficiente como para enrolarme en aquella aventura, pero el efecto estaba desapareciendo y ya hasta había dejado de tararearla. Definitivamente, era hora de encontrar una buena copa.

Fui dando una vuelta por el salón donde se encontraba todo el mundo. La mayoría ya iba con un estado de embriaguez digno de un universitario después de exámenes. Al fondo, en un rincón estaban las botellas medio vacías que quedaban. Como vi que la gente me sacaba mucha ventaja me serví unos chupitos de tequila para comenzar y luego una copa para dar otra vuelta entre la gente. Era increíble, el tequila o quizás la chica de la entrada, habían hecho que no recordara el dolor por Julia, aunque seguía ahí. Sin embargo no conseguía quitarme de la cabeza esos ojos y esa sonrisa que vi nada más llegar. Mientras me mezclaba entre la gente, y viendo el panorama del colegio mayor, tenía la esperanza de que ella no se encontrara entre las cada vez más muestras de afecto que veía en la fiesta.

Después de pasar el rato dando tumbos de un lado a otro entre copas y bailes a mi bola, decidí irme a sentar en unos sofás que había en un rincón. En el camino hacia mi descanso noté la caricia más suave que me habían dado jamás. Me giré y allí estaba ella otra vez, con sus enormes ojos mirándome. Esta vez fui raudo y le devolví la sonrisa de nuestro primer encuentro, cosa que pareció gustarle ya que comenzamos a preguntarnos cosas con el fin de conocernos mejor. Hablando con ella, sentí algo extraño, era como si ya me conociera de algo, además sus gestos al bailar me recordaban a alguien cercano. Seguramente lo que pasaba en realidad era que no podía parar de pensar en la sencillez de su belleza y lo mucho que me atraía.

Como al inicio de la fiesta, la alegría duró poco. Su amiga volvió a interrumpirnos. Esta vez no fue antipática, pero iba bastante borracha y vino llorando por un chico, o eso entendí. Elena, que así se llamaba la chica que estaba haciendo que no recordara a Julia, me miro con cara de circunstancia y se marcho a consolar a su compañera. No puedo negar que me quedé un poco triste. No quería que se fuera sin antes volverla a ver. Esperé sentado, cerca de donde nos vimos por última vez. La gente, que ya estaba muy borracha iba desapareciendo poco a poco de la fiesta. Cada vez que se iba alguien y no la veía, morían un poquito las esperanzas que tenía de continuar nuestro encuentro.

Con el paso del tiempo, me empezó a entrar el bajón del alcohol y decidí irme antes de que volviera a recordar el triste suceso que me había pasado por la tarde. Desolado al no haber vuelto a verla, me abrí camino entre la gente que aun permanecía bailando y fui al servicio. Me apoye en el marco de la puerta y espere a que la persona que había dentro terminara y saliera. No tardó mucho en suceder, se giró el picaporte y se abrió la puerta del servicio. Después de todo lo que me estaba ocurriendo, jamás pensé que sería Elena la que estaría al otro lado.

Nos quedamos los dos quietos, sorprendidos de encontrarnos así, hasta que un gesto en nuestras miradas nos hizo ver lo que iba a pasar. Comenzamos a acercarnos lentamente el uno al otro, aumentando la velocidad a medida que disminuía la distancia entre nuestros cuerpos. Como si de dos piezas de puzzle encajándose se tratara, nuestros labios se juntaron y la besé como si del amor de mi vida se tratara. Poco a poco, los besos comenzaron a calentar nuestros cuerpos y a dar pie cada vez más a una pasión que no podíamos controlar. Por suerte, mis padres pasaban fuera el fin de semana y mi casa estaba cerca. Al salir del colegio mayor vimos que seguía lloviendo como por la tarde y fuimos corriendo todo el camino a casa. Aunque yo creo que fue más por las ganas de estar juntos que por la lluvia.

Al llegar a mi casa, ocurrió todo muy rápido: fuimos dejando nuestra ropa mojada por los rincones, según nos la íbamos quitando el uno al otro. Recorrimos el largo pasillo hacia mi habitación haciendo una parada cada tres pasos para recordarnos lo bien que sabían nuestros besos. Llegamos a mi cama casi desnudos, y allí terminamos de quitarnos las últimas prendas que nos separaban de pasar un rato inolvidable.

Después de quedar los dos bien satisfechos, nos tumbamos uno frente al otro, mirándonos sin decir ni una palabra. En ese momento pensé que era increíble que no hubiera pasado ni un día desde que Julia me cerrara aquella puerta en la cara y sintiera aquel dolor del que creí no poder recuperarme. Aunque más increíble era que hace solo unas horas, otra puerta fuera la que me hiciera encontrar a Elena. Ella sola consiguió todo lo que le pedí a mi antigua vela, y mucho, mucho más. Hacia que me sintiera muy a gusto tumbado a su lado. Existía esa confianza que solo se tienen las personas que se conocen mucho.

A la mañana siguiente, después de un buen rato de juegos bajo las sabanas, Elena se fue a duchar mientras que yo, tumbado en mi cama, repasaba mentalmente cada rincón de su cuerpo por donde habían pasado mis dedos. Momento de calma que interrumpió el sonido de un móvil. Aunque no era el mío, fui a ver de quien se trataba por si era urgente. Fui a la cómoda y al coger el móvil me quedé paralizado, no podía ser, no daba crédito a lo que estaba viendo. Hubiera esperado cualquier llamada menos esa. En la pantalla del iphone aparecía la identidad de quien llamaba. Las coincidencias de la vida hicieron que una foto de Julia con el sobrenombre “sister” apareciera en la pantalla.

Sabía que Julia tenía una hermana, pero jamás había visto una foto de ella, por suerte Elena seguía en la ducha, así que decidí apagar el móvil y regresar a la cama, a mi estado de felicidad. Aquella coincidencia ya la resolvería mi yo futuro, porque el de ahora solo quería disfrutar.