jueves, 1 de diciembre de 2011

Redecorando la azotea.


Un día de estos que andas cabizbajo y no encuentras en los espejos ninguna de tus sonrisas pasadas, decides tirarte al sofá, cerrar los ojos y subir a tu azotea. Subes despacio, ayudándote de la barandilla, y ves con resignación que no funcionó ninguna de las pegatinas que quisiste poner para tapar aquel gran póster que lleva dos años cubriendo tu pared.


Aunque uno se acercó, por desgracia ninguno de los adhesivos consiguió mejorar la decoración de la azotea, y mucho menos mejorar la sensación de calidez y bienestar que ese póster me ofrecía cada vez que estaba junto a él.

Lo peor de todo es que no aproveché ninguna de las grietas que se hicieron en la pared para poder quitarlo y olvidarme de él. Ni si quiera las múltiples goteras que hubo y que con paciencia y en la soledad arreglé. En lugar de eso permanecí cerca, llegando a disfrutar hasta de alguno de sus defectos. 

Después de tanto tiempo me doy cuenta que siempre estará ahí y que jamás formará parte de la decoración principal. Pero bueno, en mi azotea aun queda mucho sitio por llenar y mucho tiempo para hacerlo. 

Para terminar la visita solo me falta echar una ojeada a las montañas de sueños que hay por los rincones y cerrar la azotea por un tiempo para no pensar.


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